Doña Rosa se levantó aquel lunes y luego de desayunar con su
marido, y que este se fuera a trabajar, se dispuso a ocuparse de los quehaceres
cotidianos.
Fue al mercado y realizó las compras diarias, pasó por la
feria y compró también algunas verduras.
De vuelta en su casa, se dispuso a ordenar los víveres en la
heladera.
Luego de limpiar la casa como era su costumbre, se dispuso a
preparar el almuerzo para su marido, que venía todos los días a almorzar con
ella para luego volver al trabajo.
Seleccionó las verduras que iba a utilizar, y guardó el
resto nuevamente en la heladera.
Era uno de esos días de verano, donde usualmente se corta la
luz al mediodía, ya que las empresas para no arriesgar a quemar sus grandes
equipos, por las altas temperaturas, los apagaban en distintas zonas a modo de
precaución.
Ese día en el mercado doña Rosa había comprado pescado para
la noche y carne para el mediodía.
Como pensaba usar el pescado esa misma noche, no lo guardo
en el freezer, sino que lo dejó en la puerta de la heladera.
Luego de su día ocupado en los quehaceres de la casa, a las
5 de la tarde volvieron sus hijos de la escuela.
Martín, el más grande de los dos, fue a buscar la leche a la
heladera, y sintió el olor del pescado muy fuerte, y cerro de inmediato la
puerta.
Llamo a su hermano menor, Joaquín, y le dijo, ¿quieres ir tu
a buscar la leche? Creo que ya has crecido lo suficiente y puedes alcanzar el
estante de la heladera donde guardamos la leche.
Joaquín se alegró de la confianza que su hermano mayor, su
héroe, depositaba en él y corrió a la heladera. Al abrir la puerta, el
nauseabundo olor, lo obligo a cerrarla con fuerza y correr llorando hacia su
madre.
Su madre al verlo, una vez que lo calmó, llamó a Martín y lo
envió al mercado a comprar leche nueva.
Pasaron los días y nadie quería abrir la puerta de la
heladera. Tanto es así que uno de esos días donde se corta la luz al mediodía,
y vuelve a la tarde, cuando volvió la luz, la heladera se quemó.
Todos los alimentos se fueron pudriendo, primero el pescado,
luego las verduras, y así, continuó el proceso natural de descomposición de
todo lo orgánico.
Con el tiempo, El marido de doña Rosa, compró otra heladera,
y llevaron la heladera vieja al patio. Nunca la abrieron por miedo al olor.
Allí quedó la heladera, por días y noches, a la intemperie,
sufriendo lluvias, vientos, y todas las condiciones climáticas posibles a
través de los años.
Con el tiempo, los burletes de la puerta se fueron
estropeando, y los alimentos putrefactos comenzaron a generar vidas, esos
microorganismos que nacen de los hongos, y demás putrefacciones.
Luego fueron apareciendo gusanos, y la vida dentro de la
heladera se abriendo paso a través de los estantes.
Distintas comunidades se fueron formando, para organizar la
sociedad dentro del mundo delimitado por las cuatro paredes de metal.
Pasó el tiempo, y empezaron las guerras internas por los
territorios, ya que estaban limitados, y ya no había lugar para todos.
Pronto se dieron cuenta, que las guerras, no tenían sentido,
ya que de cada muerto, del enemigo, nacían más soldados, y cada vez había menos
lugar.
Fue así que los jefes de los partidos se juntaron para
resolver la cuestión, y llegaron a la conclusión, que la única manera era salir
a conquistar otros mundos.
Fue así como decidieron organizar varios equipos, y que cada
uno tenga la misión de encontrar otro planeta para habitar.
Los más audaces y valientes se presentaron como voluntarios.
Cada equipo viajó hasta los burletes, y logró salir al espacio
exterior. Algunos murieron en el intento y generaron pequeñas colonias, que
luego fueron usadas de reabastecimiento por las siguientes expediciones.
Fue así como algunas de ellas, lograron alcanzar la nueva
heladera de doña Rosa.
El marido de doña Rosa, al ver que su casa se llenaba de podredumbre,
llevó a su familia a la casa de sus padres, y contrató a un fumigador que le
recomendaron.
Mientras que la familia, vivió por un tiempo en la casa de los
abuelos, el fumigador debía exterminar la peste.
Pero, el fumigador, en lugar de realizar su trabajo,
sabiendo que nadie iría a controlarlo, tomo el dinero que le había adelantado
el marido, y se fue de vacaciones con su familia.
Poco pasó para que la podredumbre colonizara todo el barrio.
Y así fue como luego se extendió a todos lados.
La pobre doña Rosa, se fue mudando con su familia, de un
lugar al otro, buscando tierras limpias, donde no los alcanzara la podredumbre,
pero no aprendieron de su error, y volvieron a dejar otras heladeras en los
patios con pescado podrido adentro.
Y así miles de colonias de gusanos evolucionaron, y
evolucionaron, a través de los años, hasta que un buen día fueron tan grandes
que se vistieron de humanos.
Así se infiltraron entre todos los humanos y lograron
alcanzar altas esferas del poder. Una vez allí le enseñaron a doña Rosa que
estaba bien dejar podrir la comida y no limpiar la heladera.
Doña Rosa se sentía culpable, por lo que había hecho, pero gracias
a las enseñanzas de estos políticos, cada vez fue olvidando la culpa, y se empezó
a sentir bien consigo misma.
Poco a poco, se sentía mejor, y se acostumbraba a vivir
entre la podredumbre, y comer manzanas podridas, y tirar la mugre al piso,
total ya estaba todo sucio.
Y así su familia, y sus vecinos y vecinas, siguieron su
ejemplo.
Mientras tanto en la casa de gobierno, los Gusanos
evolucionados, se reían del pueblo que vivía en la mugre y generaba más
colonias de sus semejantes.
Así fue como los gusanos colonizaron el país entero. Hoy el
país es la colonia de gusanos más grandes del mundo, y dominan absolutamente
todo.
La prima de doña Rosa, se había ido a vivir al extranjero,
en los años de su juventud, y siempre se escribían con doña Rosa, contándose
los percances de la vida diaria.
Aquella prima se llamaba doña María, y tuvo dos hijos, Juan
y Emilio.
Hoy Juan ya grande, sentado en el jardín de su casa, les
cuenta a sus nietos esta historia, para que aprendan que siempre que vean algo
podrido, aunque huela feo, lo tienen que limpiar.
En su relato, mucho más detallado que el mío, profundiza un
poco más sobre las distintas generaciones de gusanos que fueron dominando aquel
pobre país.
Dice él, que en sus principios, había dos grupos
principales, Unitarios y Federales. Luego con el tiempo se pasaron a llamar,
Justicialistas y Radicales.
Luego dice que hubo un gusano que los dirigió por mucho
tiempo y se llamó Manzanón.
Cuenta entre sus relatos, que luego que Manzanón tenía una
amante, Cebita, y que con ella tuvo dos hijos Questor y Sibrina.
Hoy Questor se secó, pero Sibrina sigue haciendo de las
suyas, y piensa seguir pudriendo el país.
Mario Daniel Pipieri