Vivimos la resaca del cambalache, donde el turco abrió las puertas al olor y la chinita le dio forma y color.
El cabeza mira y dirije desde el sur, y si alguna pieza se tuerce, ata los cabos para ajustar cuentas.
Hoy la vida es una paja, nada alcanza, y seguimos presos.
Nos acostumbramos tanto a depender de unos pobres canallas, que relegamos nuestra libertad, y al que al menos lo intenta, lo tratamos de weifei.
Es agotador luchar contra la corriente todos los días, y ver como se acerca la cascada, al desguase del honor y el estado de 'desitio'.
La bosta que tragamos por no salir de la rueda, nos atraganta con cada minuto de esta resaca, que nos dejo un puto siglo xx cambalache.
Un desahogo nomás a modo de calmar las ansias de un bloody mary fatal.